viernes, 22 de noviembre de 2013

Oración a Walter White.








Walter White que estás en los infiernos

santificado seas como Heisemberg

venga a nosotros tu cristal

hágase tu meta azul en toda la  Tierra como en Alburquerque

no nos permitas caer en el jaco

y líbranos del Cártel

Amén.

Más allá de lecturas sociales y políticas, de lo caro que es morirse en la nación más poderosa del mundo, de la inoperancia de las agencias anti-droga que reciben generosas partidas presupuestarias para deterner a algún camellito sin dientes, más allá del desierto y los cadáveres, la buena voluntad y la mala conciencia, los barriles y el ácido, más allá de las risas y las lágrimas, los rencores y la metilamina, los abuelos, las esposas, los cuñados y los hijos, más allá de los huesos infantiles que abonan los jardines y el cash wash que sólo limpia lo que no está sucio, más allá de la cárcel y el ricino, los embustes y las verdades, más allá de México lindo y el gélido New Hampshire, nos queda un personaje que se cita con Tony Soprano como lo mejor salido de la pequeña gran pantalla.

La pequeña pantalla cada vez se hace más grande, y la grande se quedó chica tiempo atrás.

WW, el Walt Whitman de la metanfetamina que nunca probó su delirio. El poeta de la química que vendía unos gramos de locura a los apóstatas de la realidad.
O capitán, mi capitán, nacistes bajo el signo tremendo de Marte, y  miraste al rostro sin ojos de la muerte y decidiste servir en su embajada, hacerle trampas al póker, te negaste a ser un organismo tumoroso vacíado a vómitos por la quimio, sabías que la vida es pasión, y te apasionaste, sabías que la vida es acción y te ejercitaste, sabías que la vida es lucha, y peleaste, sabías que se vive para morir, y aceptaste, sin odio, ni perdón, ni ruegos, ni prorrogas, sereno y sabio, en paz contigo ya que no con los otros (los otros Walt, son el infierno).

La muerte te tomó entre sus brazos en el santuario al que tú pertenecías, tu amado laboratorio, entre probetas y quemadores de Bunsen, sabiendo que el oxígeno, el carbono, el hidrógeno, el nitrógeno, el calcio y el fósforo no suman un hombre.
Faltan ventiún gramos.

Qué Dios te perdone, Walter White (si no lo hace, no tendrá perdón de Dios)




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