sábado, 11 de mayo de 2013

Alfredo Landa y el Landismo








Habían pasado ya los nacionales
Habían rapado a señá Cibeles


Hubo una vez una España apenas entrevista en la niebla, una España que no podía más que ser susurrada, tan quebradiza era su figura y tan grande el miedo a perderla, una España vergonzante de soñarse a sí misma, la España que empezaron a ver, sentir, tocar Castelar Y Giner de los Ríos, Costa, Unamuno, Machado y Ortega, Pérez de Ayala, Azaña. La España laica y culta, la del Instituto de Libre Enseñanza, el Ateneo y la Residencia de Estudiantes, la España del 98 y el 27, la España del IRA y la educación obligatoria y gratuita, la España del Sufragio Universal y La Barraca, que empezaba al fin a vertebrarse.
Pero hete aquí que esa otra España que, en palabras de Machado, habría de helarnos el corazón, seguía con sus pistolas cargadas de las únicas razones a su alcance, razones altamente convincentes que vaya si nos helaron el corazón. Y lo tuvieron cuarenta años en un puño.
Cuando esa otra España había cumplido ese destino universal para el que la Providencia la había escogido, sólo quedaban besanas empapadas en sangre y tubérculos podridos. De su reconstrucción espiritual salió el Real Madrid, el La la la, Sara Montiel y Alfredo Landa. La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía.
La primera, con su glamour de andar por casa, la mujer que imaginaban los maridos el sábado noche cuando los niños dormían después del Un, dos, tres. Landa era el españolito al que los costurones del hambre empezaban a sanarle. Landa era el españolito que se asomaba a otro mundo con el susto aún en los ojos pero la barriguita llena y los genitales cargados. Landa era una pieza de ingeniería del Nacionalcatolicismo, su gran logro tecnológico, resignado y agradecido por lo que le dejaban tener, el españolito pancista, desmovilizado políticamente y un cadáver cultural, el españolito del Mi-carro-me-lo-robaron y la bota de vino. El padre de los españoles de la Transición, Pajares y Esteso, su única herencia posible. Ahora que el estómago había dejado de ser un problema y la censura, pasado a mejor vida, más centrados en procurarse un desahogo venéreo.
Todavía en los noventa, Landa resucita al personaje que hizo su gloria en Lleno, por favor, una malhumorada y anacrónica re edición de los valores de antaño que apelaban a la nostalgia de muchos desencantados de la democracia que miraban hacia atrás con un suspiro en los labios mientras asentían satisfechos ante aquel mantra vergonzoso: “Yo sólo creo en Dios, Franco Y Don Santiago Bernabeu”
Ahora que Alfredo Landa ha muerto y que las televisiones programan sus clásicos y muchos llaman al reconocimiento del Landismo como algo nuestro que debemos, al parecer, prestigiar, por eso, porque es nuestro, y aunque no sigo semejante argumento, pues también son nuestros los excrementos y no por eso los veneramos, uno no puede dejar de decir o escribir esta doble afirmación que no verdad, los dioses me libren: Alfredo Landa era un actor magnífico y el Landismo una ignominia estética y moral que debemos analizar con fines sociológicos para lograr impedir que algún día llegue a repetirse.
El Landismo es la pesadilla de Giner de los Ríos y Ortega, el Landismo es la consecuencia de la masacre, el hambre y el analfabetismo. No puede, no debe haber nostalgia de esa España.

Pero Alfredo Landa, y a despecho del Landismo, era un magnífico actor.

Garci lo supo ver antes y mejor que ningún otro. Garci, hijo del Landismo, se revuelve contra su legado y se niega a ser Pedro Masó, la res a la que han soltado el cabo y se entrega al ciego cumplimiento de la pulsión. Garci busca bajo los escombros a supervivientes de la otra España, salvando a Landa consagra el espíritu de la Transición, una reconciliación sin condiciones, sin mirar atrás con ira, una amnesia necesaria a corto plazo que no perdona pero olvida.
De manera, que si queremos rendir homenaje a este pedazo de actor, hagámoslo debidamente con El puente, Las verdes praderas, El Crack II, Los santos inocentes, El bosque animado.

Cómo veis, hay donde escoger.


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