domingo, 26 de agosto de 2012

UN FRÍO REPENTINO DE FINAL DE AGOSTO


                                                                                                                         A Justine y Curtis.

No soy nada
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en todos los sueños del mundo.
PESSOA




Ya se va acabando el verano, otro más, y el frío repentino de final de agosto, la antesala de la estación madura nos sorprende en los pliegues del vivir, echando un pitillo en la terraza, y uno se va poniendo un poco triste pensando en lo rápido que pasa el tiempo que todo destruye, y abre de nuevo sus libros de poesía favoritos (uno nunca debería cerrarlos), y soplamos el polvo al vinilo de Billie Holiday, Blue Billie, Tangled Up in Blue, Billie, y su voz suena como a la de una amiga a la que podemos contarle estas cosas sin aburrir, su voz suena a cristales desprendidos por un repentino frío de final de agosto, y me aferro a Las personas del verbo como si en ello me fuera la vida (y me va, Mr. Jones, me va), y pienso en ponerme a escribir esa novela que por fuerza habrá de titularse Como dicen que mueren los que han amado mucho, pero pasa otro agosto con su frío repentino y su fin inmediato, y el blanco nos aterra como a un Ahab de secano.
Y a su caza seguimos, como un Ahab enloquecido y soberbio.

Será que a un Marco Antonio el mes de Augusto no le es, no le puede ser, propicio. Agosto es mi Actio, mi monótona derrota en Actio, año tras año rediviva (qué bella palabra de ecos azorinianos). 
Sin Cleopatra ni Gloria. Sin llegar, ni ver y derrotado antes de tiempo, a solas con la edad.
but it´s alright, Ma, it´s life, and life only.




Y en los muslos impactados por el sol de Monica Vitti hallo un ligero solaz, se despierta el deseo en su perfil un poco vulgar y desgreñado de recién levantada y tosiendo el primer cigarrillo del día, y me encuentro al final de mí mismo, como cantaba el Sabina de los ochenta, en la eterna búsqueda de lo eterno femenino, fatigando la geografía salvaje, inmemorial y perdida de una isla de lava azotada por el temporal. 





Y ahora Billie arranca penachos de su alma en Strange Fruit.

Pero el noveno mes amenaza con ecos de trompetas y sellos que desatan maldiciones y convocan pesadillas, once años después de aquel once de septiembre en el fui arrancado de la matriz tibia de una ninfa pubescente hacia el horror de lo Real. Mientras preparaba exámenes, como ahora.
El tiempo al menos no pasa para los malos estudiantes. Septiembre siempre me espera con su prisa y un mohín displicente tensándole el labio.

Pero pasa.

Y quizá Ridley Scott tenga razón y no seamos más que la decepción de algún dios triste y olvidado que vio como su mayor temor, crearnos a su imagen y semejanza, se cumplía (Sometimes I hate you so much, Ridley), pero mientras llega el feliz momento de enmendar el error, distrae la espera viéndonos sucumbir al tiempo con la frente cada vez más despejada, ateridos por ese primer frío de final de agosto, agobiados de culpa en la madrugada rota.
Escribiendo, cuando lo que debiéramos hacer es preparar exámenes para inflar un currículo que de nada nos va a servir, porque la Tierra es tan malvada como quien la creó, y esperanza no es más que un conjunto de bellos sonidos.
Alguna vez, una hermosa mujer. Nada más, y nada menos.

Este será mi último agosto en esta casa donde se ha lacerado mi año breve, en la que de ha ido una década con un suspiro, en un te quiero, en muchas blasfemias, dónde nos ha llegado el primer vinagre de la otoñada. Dónde ha florecido la vida.

Diana. Artemisa. Mi diosa, rostro amado donde contemplo el mundo.

En esta casa he leído a Nabokov, Proust, Jaime Gil, Onetti, el eterno Cervantes, el intempestivo Faulkner, mi amado Conrad y, last but not least, Shakespeare. Los sonetos, Lear.

Lear y Cordelia. Y esa es mi única victoria contra el tiempo, haberle arrancado algunas páginas memorables.

No sé por qué, en estos días postrimeros no estoy para la filosofía. No sé por qué en estas noches desgreñadas por un mal viento, sólo en la literatura hallo consuelo y las seducciones de la razón se me antojan demasiado caras, falsos requiebros de urgencia y esquina, que no alivian y dejan un escozor por única respuesta. Y los bolsillos vacíos.

Y comienzo a trabajar en el refugio, una simple y vana afirmación contra el fin que surge del terror al que entrego la voluntad, la esperanza, todo, sintiendo que toda mí vida fluye, escapa sin remedio a una plutónica, ciega, inexorable sima devoradora, saturada de miembros aún por masticar entre una espuma ciega, ávida, caliente como una torrentera sanguina hacia el fin del tiempo o tiempo del final, tanto da cuando uno se debate entre las muelas del titán.

Y comienzo a trabajar en el refugio amorosamente, aunque sé que el amor no puede dudar, ¿o era durar?, oh innoble servidumbre de amar seres humanos, todavía buscando ese amanecer que asomado a la ventana, allegue una brisa fresca y rosácea entre tus sábanas llena de rumores, y agriete los muros de la intemperie y acalle los gritos del terror, tapando el olor a asbestos y vomitonas de mi celda interior, y nos envuelva con su tul cálido y vivo, y nos eleve en el vértice de luz sobre el ángulo ciego, y sean las palabras, las caricias y besos los que nos hagan dudar de la proximidad del fin...y la más innoble/ que es amarse a mismo!
Pero dijimos que un refugio así, no podía durar ¿o era dudar?
De nuevo el lenguaje nos traiciona, y si él se pasa al enemigo, estaremos perdidos Mr. Jones.




Y comienzo a trabajar en el refugio con la tía rompe-aceros cuando el viento de agosto azota ya la alameda, y tapamos sus huecos con la argamasa de nuestras páginas favoritas, Lord Jim, Moby Dick, Luz de agosto, La educación sentimental, y a la tía rompe-aceros le arrancan lágrimas las páginas que desgarramos bajo el cielo surcado de relámpagos, no de rabia, no de miedo, son lágrimas de alegría y secreto gozo compartido, en la certeza de que arderemos con ellas, junto a ellas, entre ellas, que formaremos al fin parte de todas, celulosa, tinta y carne en una pulpa indistinta, crepitante y común, consumida en el brillo de la radiación.
Luz de la consunción, felicidad en la consumación.

Adiós agosto de 2012, bésame, porque no volveremos a vernos.







Bañado en un oscuro humor sanguino,
volvió a gritar: ¿Por qué me estás rompiendo?
¿No hay piedad en tu espíritu mezquino?
Hombres fuimos y leña estamos siendo.
                                                 DANTE

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