sábado, 28 de julio de 2012

CUADERNO DE BITÁCORA DEL DÉMETER: El cámara debe morir.







Ver o no ver.

Cuando se estrenó El proyecto de la bruja de Blair, los más condescendientes, apuntaron la gracia del invento y le auguraron escaso porvenir a la fórmula.
La principal objeción era que en el espectáculo es esencial al lenguaje cinematográfico, especialmente cuando recorre la senda genérica, y una propuesta que se sostiene sobre la ausencia del contraplano, que escamotea la visión del horror, vulnera la esencia del arte figurativo que procede a través de la puesta en escena y se construye sobre la mirada.

Sin embargo, la abstracción a que se ve abocada esta propuesta minimalista, resulta profundamente evocadora a la hora de sugestionar a una audiencia resabiada pero siempre dispuesta a dejarse asustar. Resulta asombroso de qué forma tan burda, si lo comparamos con la elaboración formal de la meditada maniera hitchcockiana, se logra crear expectación, suspense, construir una atmósfera y alcanzar el clímax, ahorrando avaro en recursos lingüísticos, siendo al cabo, en esencia la receta del maestro, depurada, adelgazada.

El Proyecto de la bruja de Blair disponía con habilidad un tramo informativo que debía activarse en la segunda parte, cuando la amenaza invisible comience a actuar y deba ser identificada, aquilatada debidamente su influencia y las consecuencias venideras, anticipadas, y así, éramos llevado a través de ese bosque tortuoso al que el viento arranca lamentos, hasta el antológico plano final de Josh contra el muro, justo antes de que la cámara caiga y se nos eche de la acción con igual brusquedad que se nos había invitado a ella.
La cámara cae como el telón sobre la escena.





La cámara: la mirada/el ojo.

La cámara delimita el ámbito inteligible de lo real. Más allá se extiende un contexto que nada sabe del emisor, se produce un hiato en el proceso comunicativo cuya sutura deberá ser justificada hasta el punto que, en ocasiones, la cámara se erige en agente provocador, sujeto causal y no mera registradora de los efectos. Por eso Micky y Mallorie matan a Wayne en Asesinos natos, ellos siempre dejaban un testigo con vida, pero, en esta feliz ocasión, ahí estaba la cámara para dar testimonio. Wayne será traicionado por el instrumento con que saqueaba el dolor ajeno y al que debe la gloria.

Como norma, la cámara es el gran ausente del cine de ficción, es el ojo que ve sin ser visto, condición de posibilidad de la visión, como la conciencia lo es del conocimiento del mundo, elemento intencional y transitivo que configura su objeto y se muestra refractaria a la reflexividad. Se proscribe su presencia, se denuncian sombras y reflejos vergonzantes obra del descuido, mirar al objetivo es una provocación sólo permitida en la pornografía, donde el aspecto conativo de la comunicación, apelar a la audiencia para hacerla partícipe del gozo, es requisito indispensable para el éxito de su mensaje.





Ahora, en el subgénero que inician Myrick/Sánchez, la cámara se vuelve protagonista, las alusiones a ella serán continuas, a la oportunidad de su presencia, toda vez que el personaje que la porta ha de dar razón de su empecinamiento por registrar lo que sucede. En los límites del encuadre la inteligibilidad cesa. He aquí la gran paradoja, lo que queda fuera del encuadre es el noúmeno, podemos pensarlo tan sólo en ausencia de fundamento, como presunción, sin que por ello sea posible huir de su imperio. La cámara es el “sujeto trascendental” que dispensa las condiciones de posibilidad del conocimiento, configura el fenómeno sobre el que asentar un conocimiento cierto.
Pero, no obstante, el sujeto “sabe” de lo real, el más allá atroz que sobrepuja los límites del encuadre, que son los límites del mundo, evocando a Wittgenstein.
Si la realidad como elemento racional, había sido el ámbito dilecto de la Modernidad, de espaldas al absurdo de lo real irreductible al discurso con sentido, ahora es ese absurdo el que reclama su lugar, como simulacro.
Al lenguaje fílmico prístino, racional, jerarquizado del clasicismo, se opone la anarquía sucia y bastarda de una cámara que actúa sin método, ignorante de cuando terminará el drama que registra y no comprende.

Grado cero de escritura.

Por tanto, este nuevo lenguaje que se articula a través de la presencia de la cámara, del ojo y no sólo de la visión, no vulnera la suspensión de incredulidad, se vuelve garante provisional de la “verdad” de lo mostrado. Ello exige una total falta de elaboración del plano en sentido clásico, iluminación, disposición de los elementos del interior del encuadre, planificación de los movimientos de la cámara, etc. Lo real no puede ser estructurado en un guión técnico, ha de ser la propia cámara la que obligue a su esencia indómita, a articularse en un racimo de imágenes desmañadas, palpitantes.
Por esta vía conecta con el documental. Se invierte la jerarquía planificación-toma, ambas se funden, como en una Jam Session, la ejecución va configurando la partitura.
Y la estética se subordina a la “verdad” de lo mostrado.
Las imágenes han de ser justificadas, es decir, la cámara no es ubicua, como el sujeto no es omnisciente, su portador tiene que estar en el punto caliente de la acción para que la audiencia tenga noticia, el cameraman ha de dar razón ante los demás personajes, de un afán insolente, falto de adecuación y tacto, que viola la intimidad de las víctimas, pervierte su dolor al hacer de él un espectáculo obsceno, producto de consumo.
Por eso, casi es un acto de justicia poética que el cámara muera.

Romero entendió esto a la perfección en El diario de los muertos, y cuando Jason es atacado y Debra se haga cargo de la cámara, lleva su voluntad de dar testimonio hasta sus últimas consecuencias: le pide que dispare/filme, Shootme.




Jason pasa de emisor a mensaje, y asume su nueva condición, coherente con una voluntad casi obscena de rodar continuamente.

La cámara no sabe de ética, ante el dilema entre ayudar o filmar, siempre opta por la segunda opción. Su naturaleza reclama acción. Descree de la elipsis, nada hay inefable si está frente al objetivo, si puede ser puesto en forma, resolviendo de un plumazo el debate acerca de los límites de lo representable, si puede representarse, la cuestión del debe, queda escorada.


sábado, 21 de julio de 2012

LA SEMANA GRANDE DE LA CRUELDAD.


Se discute la capitulación,
mientras se aproximan car-ca-ja-das.
Nacho Vegas






No sé cómo no lo vimos llegar.

En mitad del jolgorio nos apagaron las luces y aunque con las copas calientes, qué coño, estábamos en todo lo alto.
Cerrado por derribo, dijeron, y la orden de desahucio fue cursada vía exprés y sin remedio, con la rúbrica del desencanto y un matasellos familiar pero olvidado.
Crujir de dientes, las manos a la cabeza. Se muerden amenazas, se cantan himnos, se debate en la red.
Vivimos días extraños, vivimos días convulsos. Y esta semana de julio, no podemos, no debemos dejar de preguntarnos que parentesco guarda esta España nuestra con aquella otra España de los abuelos que estas mismas fechas comenzó a matarse por plazas y alcázares, por la vega y en el monte, bajo la encina y contra la tramontana.
Sin piedad, con un odio secular enroscado en las tripas que promovió disturbios de pólvora y tiñó de rojo el hierro moruno.

Repasando las páginas de Madrid, de Corte a Cheka asistimos al clima de intenso debate que sacudía desde el Ateneo hasta las tertulias de amigos por aquellos días previos al Alzamiento, a la República.
Y en esas parece que andamos estos días, aunque sin tan malos presagios y en Monarquía. Bueno.
El debate que siempre se abre cuando queda patente la ineptitud o mala voluntad de los gobernantes. El debate que arranca de la certeza de que aquellos que elegimos para que defendieran nuestros intereses, defienden intereses, pero no los nuestros. El debate que transita la vía enardecida del político y su llamado incondicional a la militancia y la toma de posiciones, el salto a la calle, y la vía serena y tibia del intelectual cínico que revisa argumentos, desenmascara ideologías, arriba falacias y esgrime buenas razones para no hacer nada, en espera de que sea la calle la que entre en el estudio.
Por la ventana, tarde y mal, como en aquel film de Bertolucci.

En la huelga de ayer, se nos dijo que se instaría al Gobierno a convocar un referéndum para que la ciudadanía se pronunciara sobre los recortes. Algo utópico pero que reabre un debate crucial en este momento de la historia que estamos padeciendo (la historia sólo se padece), ni más ni menos que el relativo a la legitimidad del poder político, el poder constituido y el derecho que debiera ser inalienable del pueblo para erigirse en poder constituyente, como defiende Antonio Negri.
Como pasó en Islandia.

Seamos claros, el cáncer de la democracia son los partidos políticos, erigidos sobre una estructura nada democrática que desprecia a sus bases y prioriza intereses personales, favorece despotismos, amiguismos, y demás oficio de alimañas. Un modelo que sigue siendo en espíritu el sistema canovista, urdido al socaire de la nula educación política de un pueblo que nada ha progresado a este respecto.
Recuerdo a un sujeto que, antes de las elecciones, publicaba, tercio en ristre, que votaría al PP. Aspiración legítima, de no ser que el chaval en cuestión tiene una minusvalía y trabaja para una empresa a la que el Gobierno subvenciona para que emplee a personas con desventajas y favorecer su integración.
-¿Vas a votar contra un modelo que te da trabajo?
Los hombros se encogen, las pupilas desaparecen tras las muchas dioptrías. Cuelga una sonrisa bobalicona y complaciente.
He aquí un triste ejemplo de una ciudadanía que, como Cánovas sospechaba, carece de la más elemental cultura cívica. Sólo que ahora a los politicastros no les hace falta el recurso al “pucherazo”, el mismo electorado se hace el harakiri.
Los partidos mayoritarios se turnan con igual desfachatez alentando eso de que votar a los terceros excluidos es “tirar el voto”. O votar en blanco, dar el voto al ganador.
Mantenemos un sistema obsoleto, fraudulento y corrupto, un puñado de payasos que acabarán por vender el circo entero. Europa no puede, no quiere confiar en esa caterva inmunda calienta-escaños que entregarán, de aquí a no muy tarde, el Congreso a algún comisario europeo y huirán con los bolsillos repletos.
Nos gobiernan los amigos de los que sacaron Bankia a Bolsa mintiendo. ¿Cómo pretenden que los Mercados recobren la confianza en un Estado fraudulento? Cada vez que Montoro asoma su jeta de Nosferatu la prima de riesgo sube diez puntos.

Todo el capital de la Nación está volando hacia fondos alemanes, brasileños, a Singapur. Estamos en bancarrota. Si el pago de las nóminas de los trabajadores públicos está en el aire, de las pensiones a medio plazo, mejor ni hablamos.
Hoy, la Comunidad valenciana, qué curioso, ha pedido la intervención estatal. La autonomía más corrupta, el mayor ejemplo del “pelotazo” urbanístico, feudo del PP.
De esta no salimos hasta que los que gobiernan y su hipócrita oposición, caigan.

Ayer, tras la mani, un maestro y amigo, nos instaba a conspirar, en la cocina, el la tasca de la esquina, en el blog.
Conspirar.

Sabemos que las manifestaciones fue un fenómeno surgido en la Revolución Industrial, como la huelga. Ahora sirven más bien de poco. El poder, de momento, controla a las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación, pero con los tijeretazos que les está propinando, tengo mis dudas sobre el tiempo que seguirán su juego. En Defensa, se plantean eliminar 22.000 empleos. ¿Lo harán? Sí, si no hubieran escuchado hablar de la Revolución de los claveles.
El mismo hombre sabio de antes, nos hablaba de la traición del Borbón al franquismo y que acaso, la supervivencia de la Casa Real y su presupuesto de dos kilos anuales, dependa ahora de traicionar a esta clase política. Los daría por bien invertido, borraría el morao de las banderas de mil amores. Regaría la Flor de Lis.
Traicionar.

La amenaza de una guerra civil es siempre algo a tener en cuenta. Muy en cuenta. Si bien, lo más probable sea que entre esta tremenda e indeseable solución y la vía islandesa, acabemos políticamente intervenidos por Alemania, trabajando 12 horas al día para pagarles la deuda. Almunia, al fin, tendrá su revancha.

La gran broma final.

En las pancartas de las manifestaciones, brilla el ingenio nacional, esa mala leche inextinguible que se prodiga menos de lo que quisiéramos. Y de entre todas, me quedo con una:








viernes, 13 de julio de 2012

POBRES DESGRACIADOS HIJOS DE PUTA.





Ayer fuimos testigo, una vez más, de un acto ignominioso, es decir, de una afrenta pública.

El lugar, el Congreso de los Diputados, sede de la Soberanía Nacional, donde se sientan los señores que nos representan a todos a la hora de legislar.
Y que legislan para todos. O eso deberían hacer. A eso están obligados según la Constitución.
Siento ser tan didáctico pero diríase que a veces se olvidan, nos olvidamos, de algo tan básico, sencillo, esencial.

Ayer asistimos a un hecho que, sería vergonzoso si se tratara del Congreso de Ucrania o San Marino, pero siendo el Congreso de España donde ocurrió, es decir, el lugar donde se sientan los tipos que me representan a mí, para empezar, es simplemente ignominioso.
Vaya con la palabrita, pero no encuentro otra que lo defina mejor al espectáculo de ver a sus respetables Señorías, especialmente a aquellos representantes de la voluntad de 14 millones de españoles, la de esos que han necesitado la mayor crisis económica de la historia para alzarse (sí, alzarse) con el poder, aquellos que se antojaron respuesta y única esperanza para remontar una situación, ya de por sí, insostenible, aquellos que colectaron votos gracias al nerviosismo, la incertidumbre, la desesperación, jaleando y aplaudiendo los mayores recortes de la historia de la democracia, como una jauría de alimañas obscena y babeante ante la carne fresca del cadáver, aplaudiendo y jaleando cada martillazo que la maza de Rajoy propinaba a las ruinas del estado de bienestar.

Aplaudiendo y jaleando, como en un partido de fútbol.

La Constitución define a España como un Estado Social y de Derecho. Según lo primero, es deber de nuestros gobernantes velar por el bienestar de la ciudadanía, garantizando unos mínimos salariales y en prestaciones, en sanidad y educación. Ayer se reformó la Constitución por canales infrecuentes, en silencio, mirando a otro sitio mientras se soltaba el salivazo, forzando la tos para que no se escuchara la página rasgada.
Ayer España dejó de ser un estado social.

Estado de Derecho. Nadie por encima de la Ley.

Y Andrea Fabra.

 -Qué se jodan.

Un que se jodan que ya forma irremediablemente parte de la historia carpetovetónica de la infamia. Es el mismo que se jodan que llevan siglo profiriendo las clases caciquiles mirando de reojo al jornalero de cara amojamada, es el mismo que se jodan que lleva siglos escuchando con resignación los miembros de la otra España. La España del trabajo y el sudor, cuando hay del primero y ocasión para el segundo. La España que hacía cola aferrada a la cartilla de racionamiento como a un escapulario. Cuando había cartilla. La España que hace cola en la oficina del INEM, o espera 6 horas en urgencias, o distrae las horas del día en un banco hasta que sea la hora para volver al albergue.

Ese que se jodan unánime y tan familiar en nuestra historia, resonará aún para nuestros hijos entre las ruinas de un país que seguirá, como es deseo de esta señorita, jodido.

Esta grandísima hija de su padre, de la que a buen seguro, estará orgulloso, es la hija de Carlos Fabra, máximo exponente de la pervivencia del caciquismo patrio, un motivo más para la vergüenza y la indignación popular, y un ejemplo ilustrativo de los valores que su partido abandera.
Imputado por cohecho, tráfico de influencias y delito fiscal, pertenece a la familia con mayor tradición política de Castellón: la quinta generación de presidentes de Diputación.
Los Corleone levantinos.
Pero España es un Estado de Derecho.
Sí señorita, ayer nos jodimos todos. Su familia lleva años jodiendo al Estado de Derecho, ayer se jodió el Estado Social y el mañana es cada vez más incierto, salvo por una cosa claro, estaremos jodidos.

Una recomendación si me lo permite su Señoría. En la próxima sesión en vez de emplear la expresión de marras, usted, que a buen seguro es lectora de Faulkner y conoce Luz de agosto, debería citar a Brown para referirse a los primos que engrosamos las filas de la otra España, con una expresión más rotunda, contundente, apropiada a la situación:

Pobres desgraciados hijos de puta.






jueves, 12 de julio de 2012

LADIES AND GENTLEMEN, THE ROLLING STONES!







And time waits for no one,
and it won´t wait for me...

Los Beatles son otra cosa.
Un sonido diamantino que se bifurca de continuo en nuevos ramales, como una secuoya milenaria, un sonido que mide la distancia entre la eternidad y el infinito, pulsando matices, arrancando tonos a los resoles que resuenan en las esquinas del aire, haciendo cantar a un universo pitagórico y bello, luminoso.

Dylan es otra cosa.
Ningún otro músico ha trascendido su ámbito como él, puede que ningún otro artista del pasado siglo lo haya hecho. Si en Estocolmo hubiera huevos, hace diez años que tendría el Nobel. Destiló un sonido en el alambique de la música tradicional de su país sin escorar otras tendencias coetáneas. Algunos de sus versos se citan con lo mejor de la poesía en lengua inglesa:
I´ll know my song well before I start singin´.

Pero Los Rolling Stones, chico, It´s Gas, Gas, Gas.

Un licor turbio que nubla la vista y aligera los pasos, una lujuria de guitarras que se enredan como crótalos en el alma y te queman las venas con su ponzoña dulce, suave y marrón.
Y, let it bleed, mejor la roja fluyendo que un coágulo cárdeno.

Y la embriaguez, ese estado próximo a la experiencia mística que disuelve las fronteras de la epidermis y la identidad, que no es sólo el cuelgue, que no es sólo la borrachera, que no son sólo los ritmos extáticos: es una voluntad, un sacramento, la nueva eucaristía nacida de la alianza entre la nada y el hedonismo, una asunción del ser-para-la-muerte del hombre.

Y un remedio, la castración de Cronos y la ruptura con el ciclo y la duración, para instaurar Aion, juego ideal en el que se afirma el azar, el instante pleno que divide de continuo el presente entre el pasado próximo y el futuro inmediato. La abolición de la sustancia, las jerarquías, la entrega incondicional al frenesí, sin esencia o fundamento.
Un bailar sobre las nubes. La música del acontecimiento.


Porque la música de sus Majestades es una música superficial, gratuita, intrascendente, sin fundamento, tan trivial como una estrella, su razón de ser es la misma, consumirse, pero brillando la ostia, durante tres minutos o un par de evos, tanto da. Apurar el canuto hasta quemarte los dedos, hasta abrasarte los pulmones. El cáliz siempre hasta las heces. Y si sopla huracán, a toda vela, ¿qué importa romper el palo mayor cuando se puede volar sobre las olas siquiera un instante?
Como dice Zaratrusta, la ceguera del ciego testimonia el brillo de la luz que admiró.
La banda, ¿de Londres?, imposible localizarlos en una ciudad aunque sean los eternos exiliados de la capital del Imperio, cumple hoy medio siglo, y eso que en 1964 contaban con seguir al menos un par de años más agitando osamentas y escandalizando ancianitas y bienpensantes.

Si con Dylan la música entra en las provincias de la política y propone un ideario cívico abrazado por una parte de aquella generación, la última que creyó en algo, y fue una suerte de mesías a su pesar (como lo es todo auténtico mesías), los Stones, liróforos de tinieblas, vierten desde su púlpito de carne ávida, un sermón de cinismo, nihilismo, sarcasmo y orgasmo. Se erigen en maestros de ceremonias de una fiesta total y sin remedio, en oficiantes de una misa sacrílega que guiarán el frenesí de sus acólitos hasta las proximidades mismas del abismo.
No hay salvación sin sacrificio y la fiesta acabó en los pulmones ahogados en cloro y rabia de Brian Jones, en cada gota de la sangre derramada en Altamont para limpiar los pecados de estos dioses párvulos y terribles.





Los Beatles les dejaron poco espacio, y lo del epigonismo no iba con ellos, así que siguieron con el blues camino a Memphis hasta que llegaron a la encrucijada donde aguardaban Muddy Waters y Robert Johnson a que llegara Chuck Berry, pero el quinteto se adelantó a todos, saqueó las reservas, y la lió.
Una canción, Satisfaction. En realidad un manifiesto, una declaración de principios, un evangelio maldito. Y un riff soñado por Keith en su cabalgada nocturna a lomos de un corcel brioso del que tantas veces estuvo a punto de caer.
El riff.

Y más tarde Paint it Black, y después, en la cima, cuatro álbumes magistrales, Beggars Banquet, Let it Bleed, Sticky Fingers y, el majestuoso, Exile on Main Street.
Un viaje desde los acordes metálicos como cuchillos de Gimme Shelter, esa petición de ayuda desesperada ante la cercanía del fin (is just a shot away), hasta la réplica irónica, indiferente pero violenta, escéptica o resignada, que se dan a sí mismos en Can´t You Hear My Knocking?, la canción stoniana total, en la que se complican cuerdas, percusión y viento, en una orgía de sonidos que dejarían exhausto al mismo Dionisos.
Vendieron su alma blanca al diablo negro, y destilaron un licor espeso, bronco, hiriente, exiliados de la calle principal, frente al Mediterráneo, en un palacete que ocupara las SS en tiempos aún más negros. Un torrente de música sin precedente, bueno sí, The White Album, puede que Blonde on Blonde. Se apropiaron de un sonido que nunca más pudieron repetir, imposible sin Taylor, un sonido oscuro que ilumina la noche más oscura con el fuego de las guitarras, las explosiones de los saxos, el bataneo firme de Charlie.

Y luego, de todo.

Aún vendrían los estimables It´s Only Rock and Roll y Some Girls, este último sin Mick pero con Ronnie, y luego, un puñado de buenas canciones, como la infravalorada Down in the Hole, Waiting on a Friend, She was Hot, Harlem Shuffle, tema del 86, y puede que la primera canción del grupo que escuché en mi infancia, y claro, The Worst, gran tema de Richards.
Bridges to Babylon, álbum irregular que fue el umbral por el que entré en su música y al que guardo un inmenso cariño. Saint of Me, qué temazo.
Fijaos que a veces, hasta lo escucho. Tarde en la madrugada, cuando todos duermen y siento nostalgia del que fui.

No os enfadéis por cosas como Shine and Light, no quieren más que hacer que la gente lo pase bien y ganarse unos cuartos. Sé que resultan grotescos en su papel de eternos niños díscolos, en ocasiones, enervantes, pero no me digáis que no lo pasasteis bien a pesar de todo, it´s only Rock & Roll, gente.

Cincuenta años no es nada chavales, parece que, después de todo, el tiempo os esperará.

Pleased to meet you...jóvenes faunos.






miércoles, 11 de julio de 2012

IT´S HARD RAIN A-GONNA FALL.






Mañana hace ya un mes que el Gobierno anunciaba ayudas europeas al sector financiero español. Entonces se dijo que la inyección de capital a la banca no estaría sujetas a condiciones, sería pagada exclusivamente por dicho sector y no implicaría nuevas medidas de austeridad.

Y nosotros nos lo creímos.

La de cosas que han pasado en el último mes, pibe. Se ha hallado el bosón de Higgs, el divorcio del Tom Cruise, se estrenó Spiraña 4...

Y se ha subido el IVA, que ya estará por encima del de Francia y Alemania (y lo hacen en temporada alta, manda huevos).
Y se revisarán los baremos para recibir las ayudas que establecía la Ley de dependencia.
Y “para incentivar la búsqueda activa de empleo” , se reducen las prestaciones a partir del sexto mes.
Y se elimina la paga de beneficios de Navidad de los empleados públicos. Y se privatizará RENFE (Educación y Sanidad están ya en proceso)
Y...

Y la serpiente se muerde la cola. Y tenemos a un Presidente que dice sin sonrojo que no es posible el crecimiento ni la creación de empleo, pero que la prioridad es cumplir con los plazos en el pago de la deuda. Y que le duele España, naturalmente, pero chico, con el legado que nos hemos encontrado, no tenemos más huevos que apretarles el cinturón a los grupos menos productivos del Estado.

Y la estrategia cada vez parece más clara, vamos, era cristalina desde el pasado noviembre, pero ahora, incluso los más escépticos entonces, tendrán que admitirlo, caminamos a pasos agigantados hacia la implantación del sistema neoliberal en su versión más brutal. Y se está haciendo siguiendo al pie de la letra el decálogo de los chicos de Chicago.
Primero el shock, crisis, ¿crisis? Sí, crisis. Miedo en los mercados, caída del consumo. Recesión. Luego vienen las Agencias de Descalificación a levantar acta y evaluar la cosa, generar más incertidumbre, miedo, pánico Ahrrrr! Y los gobiernos en vez de sacar el desfibridador keynesiano y reactivar al moribundo, como se venía haciendo con éxito en caso de parada, deciden inducir un coma por tiempo indefinido.

Las causas de la crisis mundial son de sobra conocidas y se resume en esa brillante metáfora tan repetida de que habría que haberse llevado las botellas antes de que la fiesta terminará. Si no, pasa lo que nos pasa.
Las medidas a tomar, también. Hay dos opciones, Keynes o Friedman. Activar la economía fomentando el gasto público y mantener el estado de bienestar, con lo que la deuda se iría reduciendo de forma natural a medida que se generará riqueza, o hundirla, no acrecentar más la deuda pública al costo de socavar de un modo radical la calidad de vida de la ciudadanía. Hacer que los mileuristas paguemos las letras subiendo impuestos que desactivarán más el consumo, acabando con la Educación y la Sanidad públicas, comprometiendo el futuro de las generaciones venideras y condenando a la precariedad laboral de por vida...

Y deuda, deuda, deuda.

Culpables, culpables, culpables.

Las “zapateradas”, las familias, los parados, los malos estudiantes, el viejo de la receta de los cojones, los minusválidos, etc.

El elemento ideológico que reviste la operación es claro, identificar al culpable, al débil, para que el que paga los platos rotos, desvíe la mirada asesina del poder.

El imprescindible Marvin Harris, sostiene que la locura de la brujería fue creada y sostenida por las clases gobernantes como medio de suprimir una ola de mesianismo que protestaba contra la acumulación de capital y poder en manos de unos pocos durante los siglos finales de la Edad media.
La brujería, al igual que los cultos mistéricos de la Grecia clásica (en realidad se trata del mismo fenómeno en contextos diversos), rechazaban una estructura institucional que consideraban defectuosa, eran formas de protesta que amenazaban tímidamente al statu quo.
Pero la realidad es que eran los inquisidores los que estaban interesados en crearlas, los pobres llegaron a creer que eran víctimas de brujas y diablos en vez de Príncipes y Papas, la culpa es del vecino, del zángano del 3º A que se pasa el a la bartola versión a costa de lo que yo cotizo.
La iglesa y el Estado montaron una concienzuda campaña contra el enemigo fantasma del pueblo. significado práctico, desplazaron la responsabilidad de la crisis desde la sociedad medieval tardía a íncubos y súcubos, mientras el clero y la nobleza se presentaban como los grandes protectores de la humanidad, como se presentaba, con más modestia, faltaría más, a sí mismo Rajoy esta mañana en el Congreso. Doloroso pero necesario. Y bajaba la cabeza, compungido.
La manía de la brujería, dispersó y fragmentó todas las energías latentes de protesta, desmovilizó a los pobres y desposeídos y les llenó de sospechas mutuas, evitó que los pobres se enfrentaran al establishment.

La estrategia es clara como un día claro. Despreciable, infame, ruin, rastrera, babosa, patética, lamentable, hijaputa, como el que la enarbola y nos preside.

Sin una moneda devaluable, qué otra opción queda, dicen los del fondo norte. ¿Pero, por qué cuando se implantó el euro no se creó un Banco Central con atribuciones semejantes a las de la Reserva Federal de EE UU? ¿Por qué no se estableció en su momento una política fiscal común en todos los países de la eurozona? ¿Realmente son tan incompetentes los tipos que nos gobiernan o sólo quieren parecerlo?
Hay quien lleva años hablando de terrorismo económico, de que las crisis son inducidas por los grandes y anónimos fondos de inversión para quedarse con lo poco que aún no tienen.
A la Mano Negra, esa gran mentira para hacernos creer que los Mercados se sustraen a la voluntad individual, le van saliendo durezas de tanto ordeñar la teta de la ciudadanía.

Sí pibe, han pasado tantas cosas en el último mes. Y lo que está por venir...

And it´s hard,
And it´s hard,
it´s hard,
And it´s hard rains a-gonna fall.


martes, 10 de julio de 2012

IN MEMORIAM: Ernest Borgine. (1917-2012)








Como a la boca del septuagenario le van abandonando sus dientes, al viejo Hollywood se le va muriendo la memoria de aquellos tiempos de gloria que los melancólicos no podemos dejar de llorar y celebrar (a despecho de nuestro bolsillo saqueado por Hacienda para que nos quedemos en casita este verano aprendiendo a hacer napalm con Tyler Durden) especialmente cuando cometemos la imprudencia, la memez soberana y gilipollez supina de asomarnos a la cartelera de los multiplicinesines.

Ernest Borgnine (qué difícil era pronunciar el puñetero apellido), el tipo aquel regordete de mirada pícara o aviesa y cara de luna llena, ora bonachona, ora cabrona, según exigencias del guión y a merced de un físico que se prestaba como un guante a caracteres dispares, antitéticos, como lo son el Marty que le dio el óscar (o casi, que la memoria no me alcanza y el puto pincho que no pasa de los 6 kbits/s desafía a mi paciencia para mirarlo en IMDB) o el traicionero Lonergan que cruzaba puños y balazos con Johnny Guitar/Logan en el intercambio de golpes más bestia que recuerdo (cómo se daban).
A esa media sonrisa que dibujaba a menudo se asomaban unas quijadas de mampostería rústica, con toda la bonachonería sanchopanzil a flor de belfo o el anuncio siniestro de-aguarda-que-te-coja-que-te-voy-a-enseñar-la-importancia-de-llamarse-Ernesto, mona.



Podía ser igual de convincente con galones de sargento o general, como en De aquí a la eternidad y en Doce del patíbulo, respectivamente, por cierto que Aldrich, el gran Aldrich, el tan necesario Aldrich en estos días de mediocridad & superheros, lo tuvo a sus órdenes más veces que ningún otro, en Veracruz, El vuelo del Fénix, El emperador del norte, Destino fatal y seguro que alguna más.

Y fue Regnar, rey de los vikingos en esa maravilla de Fleischer de título originalísimo, Los vikingos, haciendo de padre de Kirk Douglas, aunque era más joven. Cómo se arrojaba a aquel foso voraz, espada en mano y gritando su plegaria épica contra el temor de los normandos, a la busca de Valhalla entre las fauces de los lobos: Oooodiiiiín!!! La de jarrones que habrán pagado mis torpes intentos de remedar su gesta (ninguno de porcelana china)

Y ante todo, fue Dutch, el silencioso Dutch, el casto Dutch y fiel amigo de Pike, al que tanto indignaba que Thorton mantuviera su palabra al ferrocarril.

Pike: ¡Es su palabra!
Dutch:¡ No importa la palabra, lo importante es a quien se le da!

El noble y viejo Dutch que soñaba con su retiro en un rancho lo más pequeño posible, que iban ya pesando años y millas, el trabajo ese de ganarse el pan descerrajando tiros a diestro y siniestro, cargar con tanto muerto a las espaldas. El leal Dutch que tuvo que abandonar a su amigo Ángel en manos del cruel Mapache, y mirarle a los ojos para ver ese ¿por qué, amigo?, que se le clavó en el alma y se le enroscó en las tripas. Pero no iba a tardar en darle al hijo de perra del General su merecido. No tiene más que intercambiar una mirada con Pike para saber lo que va a pasar, lo que van hacer los cuatro. Las armas están cargadas, no habrá balas para todos, pero qué importa. Y nos ofreció la secuencia de acción más memorable de la historia (cuántas veces la habré visto, ¿30, 40?, y siempre me pregunto lo mismo, ¿cómo pudo el cabrón de Peckinpah rodar algo así?, y ¡¿cómo pudo montarlo?!)
Dutch moría mordiendo el nombre de su amigo, apenas un instante después de que el enésimo balazo le encontrara la vida y la diera en un chorro cálido. Tan rojo.






Por si alguien aún no se ha enterado (que se lo haga mirar),  estamos hablando de Grupo salvaje.

Y hoy, Ernest Borgnine, ha muerto de nuevo, esta vez para siempre. Sin épica, sin gloria, no devorado por los lobos camino de Valhalla, ni acribillado por las balas del ejército de un general de Huerta en compañía de Pike, no, “insuficiencia renal” dice la crónica.

¿Veis por qué es tan necesario el cine?



jueves, 5 de julio de 2012

Cuaderno de bitácora del Varna: SESSION 9








Las premisas no son nuevas.

Un grupo de hombres aislados. Relaciones tensas, cuentas pendientes, recelos y pérdida progresiva de la confianza.
El escenario tampoco lo es.

Un edificio imponente que cuando estaba habitado era un centro de internamiento psiquiátrico, construido en el siglo XIX, cerrado por falta de fondos públicos y que otro escándalo relacionado con la puesta en práctica de una novedosa terapia.
Como todo espacio que ha albergado locura y dolor, está lleno de malos recuerdos.



Y una semana por delante para eliminar residuos tóxicos de los materiales en descomposición. Los primeros enemigos del grupo serán el asbesto y el reloj (una semana para hacer un trabajo que demanda el doble de tiempo); el segundo, más poderoso, serán ellos mismos. Habrá un tercero.


Y Mary.

De forma nada casual, Mike (Stephen Devedon), descubre unas cintas magnetofónicas clasificadas en 9 sesiones que testimonian la siniestra historia de Mary Hobbes.
Todo lugar tiene un pasado, y el pasado del edificio Kikbride se cifra en Mary. 22 años después de que asesinara a su familia, es sometida a una terapia regresiva. Durante el estado hipnótico se van manifestando diversas personalidades. La princesa, reducto incólume de la inocencia de Mary, y Billy, personalidad protectora. Hay una tercera a la que ambos aluden con sensible temor, Simon.
De forma paralela al aumento de la tensión entre Philp (David Caruso), Hank (Josh Lucas) y Gordon (Paul Guilfoyle), Mike va escuchando las distintas cintas con creciente expectación a medida que se acerca el momento de la aparición de Simon.








Y algo le pasa a Gordon.

Una imagen se repite, una de los dos iconos del film. Gordon sentado en el coche, detenido ante su casa. Mirando a través del cristal y la lluvia con una tristeza sostenida, una congoja, un temor que le abruma el ceño. Parece que no se resuelva a entrar en su hogar, esa familia anhelada por la pareja tanto tiempo y que se está convirtiendo en un pesado fardo. Y al fin sale a la inclemencia de la tarde-noche. El espectador sólo alcanza a ver, desde la puerta exterior, la cocina y a Wendy atareada. Escuchamos la entrada de Gordon. Lleva un ramo barato de flores. Hay que celebrar que le han dado el trabajo. Gordon la aborda, suponemos por el diálogo, de forma lasciva, ella rehusa con vehemencia por no tratarse del momento adecuado y, por accidente, le vierte la olla sobre la pierna. Gordon grita, y su grito de dolor se enreda con el de Wendy y el llanto de Emma en un cortinaje sonoro que hace presagiar lo peor.






Más tarde, Gordon refiere el incidente a Philp, sólo abofeteó a Wendy, desde entonces duerme en un motel. Pero el espectador sabe que duerme en su furgoneta...
En ocasiones Gordon parece no ser dueño de sus actos o no tener una completa percepción de la realidad. Esta actitud errática siembra una inquietud en la audiencia a medida en que los paralelismos con Mary se van acentuando y los presagios se materializan.

El guión, escrito a dos manos por Anderson y Devedon, dosifica la información con maestría, permitiendo a la audiencia apenas anticiparse. Al final, Gordon colgará las fotos del bautizo de Emma en las paredes del cuarto de Mary, mientras trata de hablar con Wendy por un móvil destrozado. El círculo se cierra. Gordon asume que en adelante, la habitación-celda será su hogar.

DOC: -¿Dónde vive la princesa?
BILLY: -En la lengua.
DOC: -¿Dónde vives tú?
BILLY: -En los ojos, porque lo veo todo.
DOC: -¿Y dónde vive Simon?

Y la sesión 9ª. Y Simon.


El conflicto entre los hombres llega a su punto álgido a raíz de la desaparición de Hank y las suspicacias de Gordon hacia Philp (Hank le birló la chica y aquél no le tiene demasiada simpatía). Pero alguien ha visto a Hank en el edificio, y mientras se afanan en buscarlo, Mike encuentra el momento propicio para acabar con la última cinta, en la que aparece Simon.
Simon no es una personalidad más de Mary, un delirio con el que enmascarar la realidad. Simon es una entidad malévola que se alimenta de negatividad, del odio o el miedo.

DOC: -¿Dónde vive Simon?
SIMON: -Entre los heridos y los débiles, Doc...

Palabras con las que concluye Anderson el film, con el fondo de un plano aéreo del amaenazdor edificio, como un gran murciélago con las alas desplegadas.

Anderson adopta un estilo elusivo, de los crímenes de Gordon sólo vemos sus consecuencias, los cadáveres, nunca su ejecución, propuesta coherente con el hecho de que el propio Gordon no es plenamente consciente de sus actos. Del mismo modo, no se visualizan las sesiones de Mary con el psiquiatra, tan sólo vemos dos fotos del personaje que resultan francamente inquietantes, tanto como lo son las voces.
La ausencia de espectáculo es suplida con un notable talento para lograr imágenes que van cargándose de connotaciones a lo largo del film y cautivan al espectador por su fuerza evocadora, y revela la existencia de un cineasta de raza que sabe dar forma a ideas, evitando caer en una excesiva abstracción.
Destaca el plano con el que arranca el film y que se repetirá, de forma elocuente, 9 veces, se trata de un pasillo herrumbroso y escasamente iluminado, con una silla de ruedas. El pasillo conduce a la habitación de Mary y supondrá el final del trayecto para Gordon. Del maridaje entre el espacio vacío, siniestro, y un objeto que testimonia la enfermedad, vestigio de un pasado, presencia que connota una ausencia, resultan complejas asociaciones de sentido.





Cuando el pasado año se cantaban las excelencias de un film, estimable pero mediocre, como Insidious (Ídem, 2011; James Wan) uno no podía dejar de lamentar el relativo olvido en que ha caído una obra mayor como Session 9 . Puede porque sea demasiado sutil para un género al que las estridencias son tan caras, puede que para una audiencia siempre con prisas y hambre de espectáculo, resulte lento, demasiado abstracto en su conclusión.
Puede, pero Anderson, como Laugier o Zombie, ejemplifica un cine de autor que no traiciona las premisas del género, que concilia sus inquietudes con la convención. Sin escora al melodrama (Shyamalan) ni  sacrificio en el altar del logos, dejando la ambigüedad como una cagadita insolente y pagada de sí.
Pero de eso ya hablamos en fechas recientes.
Sólo queda lamentar que Anderson no se prodigue más.

miércoles, 4 de julio de 2012

Euro 2012 : Ideología y Cinismo













En La noche se mueve (Night Moves, 1975; Arthur Penn), una guapísima Jennifer Warren preguntaba a uno de mis héroes, Harry Moseby (Gene Hackman): -¿Qué hacías el día que mataron a Kennedy?
¿Quién de nosotros no recuerda lo que estaba haciendo cuando le sorprendió el 11-S o el 11-M?

Pues bien, último mes nos ha dejado un curioso deporte entre los miembros que engrosan la flor y nata de la intelectualidad carpetovetónica, vocear por redes y fronteras lo que hacían durante éste o aquél partido de la roja, tendencia que se vio acusada el día de la final:

INTELECTUAL 1 (Poniendo cara de fumarse un puro): -Pues mira chico, yo estaba traduciendo La fenomenología del Espíritu.
INETELECTUAL 2 (Comprometido): - Yo ayudaba con el fuego en Valencia.
INTELECTUAL 3 (Solidario): -Y yo andaba camino a la capital en compañía de los mineros (y aunque alguno llevaba la radio puesta, me aislé escuchando en el iPod el Concierto de Brandemburgo 2)
INTELECTUAL 4.0: -Aquí estaba yo, boicoteando el partido con tuits satíricos.

Cualquier cosa por desmarcarse del grueso de la población que voceaba con cerveza y cigarrillo al televisor.
Y bajamos la mirada con gesto grave, y nos llevamos las manos a la cabeza incrédulos, -con la que está cayendo-, compungidos por lo mucho que nos duele España, por la compasión que nos produce la algarabía de la masa a la que mañana se le olvidará sellar la tarjeta de demanda y darán el sablazo cuando vayan a comprar el ibuprofeno para aliviar la resaca.

-Pobres, danzad, danzad, malditos...-
Yo he sido el primero en sucumbir a ese complejo de vieja ceñuda con el cerco de disgusto en la boca, mientras los coches pitaban a la noche su alegría victoriosa, apresurándome a cerrar ventanas a despecho del calor, con los tapones de gomaespuma calzados, para volver a mis quehaceres con el gesto desdeñoso, henchido de solitario orgullo y desprecio colectivo.
Es tan tentador (y necesario a veces) desmarcarse de la tribu, sus insulsas y tristes diversiones, su patético e infundado regocijo en éxitos ajenos de los que misteriosamente se sienten partícipes.
Es demasiado fácil desmontar el mecanismo de esas ilusiones que excitan emociones colectivas y movilizan a un pueblo de sólito perezoso e idiota que idolatra a figuras del espectáculo que nada hacen por ellos (bueno sí, consiguen que se olviden se sí mismos, que no es poco).
Es demasiado fácil desenmascarar el elemento ideológico que reviste y la intención que anima, desde los albañales del poder, la promoción de tales eventos, y lo es para cualquiera que se haya leído la contraportada de algún libro de Horkheimer.
Es tan fácil ridiculizar las diversiones populares y populistas del fulano al que tres cicatrices rojigualdas y premonitorias le surcan las mejillas, o de la Mari que luce tetamen bajo la camiseta mojada, izando mástiles por doquier con unos saltitos que dejan la Flor de Lis sin pétalos...

Pero, norte y lucero de la intelectualidad, ¿qué diferencia hay entre que la España de charanga y pandereta se amontone en las calles para celebrar un éxito deportivo a que esa misma España se apile en la arena bajo la sombrilla con su cucurucho de camarones, se pegue el filetazo en la verbena del barrio con el Paquito chocolatero, o se dedique dar botes en el festival de turno?
¿Qué es lo que os molesta tanto del fútbol?
Ya, claro, que nos muestra que la gente podría echarse a la calle con el mismo ímpetu para defender sus derechos.
La triste verdad es que la diferencia entre el tipo que tiene capacidad para enjuiciar críticamente su circunstancia y el juanlanas con la camiseta roja del chino que no se entera de qué va la copla, es, a efectos prácticos, esto es, a la hora de mostrar un cierto activismo cívico, ninguna.

Ninguna.

Salvo que el primero, por saber, es responsable de su silencio, de su pasividad.
Y eso nos crea un profundo y odioso sentimiento de culpa que proyectamos en la serpiente roja que repta por Gran Vía camino de Cibeles.
Nos sentimos más dignos por estar tirados en el sofá con Franzen entre las manos y Sloterdijk esperando sobre el atril. Y claro, pensamos, si 18 millones de españoles emplearan el tiempo que les queda en consumir productos que estimularan su pensamiento en vez de hacerlo con otros que la adormecen, otro gallo cataría, pero, presumir eso es no ser realista, no tener ni puta idea de como es el ser humano.
Pan y circo, y si tenemos que recortar de pan, que no falte el circo.
Era significativa la escasa presencia policial en el centro de festejos de Cáceres, a pesar de la multitud, de las botellas, del lago artificial en el que sumergía la juventud imprudente. Apenas un coche.
Dejad que disfruten, se diría nuestra alcaldesa, que la mayoría mañana no tiene que madrugar.

La diferencia entre el intelectual y el político es que el último sí que sabe cómo es el hombre, aprendieron la lección de la arena del circo romano, y no han dejado de aplicar su magisterio. Y me temo que haría falta que se degradase de una de forma sustancial la “calidad de vida” del españolito medio (que es hijo de Torrente, ojo, no de Ortega ni de Sánchez-Ferlosio, de Torrente, Pajares y Martínez-Soria, espejo en que se han mirado las generaciones de los últimos 70 años), esto es, dejarlo sin techo y subsidio, para lograr movilizarlos, aunque para entonces, se moverían al compás de los halcones radicales del ala izquierda y derecha, cuando se encuentren dispuestos a vender su alma al primero que les ofrezca un mendrugo de pan, como ya nos ha mostrado la Historia (esa que se escribe en mayúsculas).

No, destino y cumplimiento de la intelectualidad patria, no os rasguéis las camisetas de la roja, alegraos porque maris y juanlanas festejen en las fuentes provincianas logros de otros, porque el día que la feliz chusma no tenga para el litro y el ducados rubio, el día que la feliz chavalada salga a la calle mentándole la madre a Rajoy pidiendo por sus derechos, tarde y mal, es decir, con el cóctel en la mano iluminando el corazón de la noche de los cristales rotos, ese día no bastará con cerrojazo a la ventana y gomaespuma.

Y sí, yo vi la final y salí a festejarlo (sin mucha convicción, como alguno me reprochó), y aunque por la mañana me quedó mal cuerpo (por la cerveza que trasegué, mayormente), ese poso incómodo del que siente que ha faltado.

Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios/ una de las dos Españas, ha de helarte el corazón.

Pero ya sólo queda una España.
Y es una puta mierda, pero es lo que tenemos y que carajo, merece la pena luchar por esa otra España posible, desde las aulas, para empezar, como lucharon los tipos del 98 y las generaciones siguientes hasta que la las balas silbaron, y en algún camino de Granada comenzó a asesinarse el sueño.
Sólo nos cabe rezar porque la situación actual no arrumbe ese sueño para siempre.
Mientras, el fútbol es un mal menor, como Gran Hermano (qué coño, una diversión infinitamente más digna, menos ofensiva a la dignidad), y aunque me parecen unos cínicos los que afirman que el pueblo se merece alegrías así (es decir, toda nuestra clase política), como afirma Sloterdijk, estamos en el reino de la razón cínica, la mentira hace serios esfuerzos por ser tomada en serio y nosotros de sobras conocemos la distancia que media entre la máscara ideológica y la realidad, pero, con todo, creemos apropiado que la máscara siga en su sitio (es lo más cómodo).
¿No somos todos unos cínicos? Yo al menos como tal actué el domingo, jugué a creerme la mentira. Como tal me sentí el lunes, cuando me parecía más necesaria que nunca.

Por suerte, intelectuales, esa prisa por señalar vuestra ausencia de la marea roja, esa premura por reivindicar una condición, un compromiso, calidades y linajes, ese empeño de ir siempre a contracorriente del populacho, me dibuja una sonrisa.

Bienvenidos al desierto de lo Real...cínico.