lunes, 18 de julio de 2011

MIENTRAS UN TREN PASA...

El problema  no es tener que abandonarlo/ todo a cambio de ti
El problema es tener que abandonarte a ti/ a cambio de un fantasma.
Luis Alberto de Cuenca.

…¡FUCKER!...y sintió que el tren lo arrastraba sin eco y sin esperanza por la desolación fría de la mañana ventosa que estalló bajo el obstinado recuerdo que le apuñalaba y ni siquiera, con las manos cubriendo sus orejas, chorreando desesperación, mientras el estruendo metálico que estremecía la estructura metálica y se encrespaba contra su odio entre las vías y lamía con su fugaz tránsito el arrastrado espesor de unos vagones que no alcanzaba a ver, lleno de una furia apenas contenida entre sus dos rieles afilados como cuchillas, y ni siquiera los jirones sanguinolentos de su voz enredados entre las traviesas como venas abiertas al aire turbio de su rebufo, porque volvió a escupir aquella hemotisis borrascosa de rencor contra su materialidad llena de triunfo salvaje, el desafío de la carne rosigada por la oruga de la incomprensión pero también desde el repudio y hasta de la desesperanza, volvió a vomitar su hemorragia desafiante en forma de otro FUCKER! como si el mismo acero pudiera conmoverse y no acertara a devolverle, que no volvería acaso por indiferencia para responder contra su vómito de dos sílabas, incapaz elevarse sobre aquella lejanía por el tallo del fragor que no cortaban las manos afiladas sobre el cartílago de sus orejas,  porque el destinatario de ese FUCKER! estaba por encima del puente por el que se arrastraba su gemebunda maquinalidad arrogante, más allá incluso del cielo alto y gris de este París de noviembre, más allá de un cielo en ruinas entre ninguna parte y el olvido, donde aquel FUCKER! nacido de un dolor recóndito, no sabría resonar en la alta bóveda de un fracaso ni apuñalar en cualquiera que fuera su guarida al dios-araña, sordo a los incontables FUCKER! de que se había hecho un millón de veces acreedor desde que decidiera poner en funcionamiento todo el tinglado…

…Y mientras, la ninfa de falda corta saltaba su íntima humedad sobre el crepitar de las hojas barridas en un remolino ocre; su guirnalda de ilusiones que sacaba relumbres del filo de la vegetación caduca arrastrada en aras de los cuidados municipales; su carne espesa y joven macerada en caldos de las mejores añadas al abrigo de la cálida umbría de la bodega burguesa y el apenas leve rumor del tren a su paso por el puente le acercaba el recuerdo de una tarde luminosa, cálida,  parada en el ápice de un instante de  su infancia argelina…


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