sábado, 11 de marzo de 2023

LAS DESAPARICIONES, Hilario J. Rodríguez










Conocí el nombre de Hilario J. Rodríguez a mediados de los 90. Ya entonces sospechaba que bajo ese nombre trimembre prestigiado por la inicial, solo había una vasta literatura; y un designio que adiviné en el blanco del interlineado, perpetrar una anatomía de las imágenes. Desde entonces el nombre de Hilario J. Rodríguez se me impuso como una mitología nómada repartida por las ciudades en las que me hubiera gustado vivir una vida apócrifa; los textos que me hubiera gustado escribir en una vida probable. 


Las desapariciones. Newcastle Ediciones, 2022.


La mejor literatura de nuestro tiempo se hace desde los aledaños de lo que se llama «literatura». Desde el límite invaginado de los géneros. La mejor literatura de hoy se hace a partir de las imágenes, con(tra) las imágenes. La imagen es una escritura, como la palabra. Se trata de distintos tipos de inscripciones, de huellas, que configuran textos, que diseñan topologías textuales. Toda imagen es siempre un síntoma o la escena de un crimen, aunque, pese a Baudrillard, difícilmente podamos considerar a la realidad como su víctima. Una imagen es la huella de una presencia, esto es, una ausencia, una desaparición. El presente y la presencia son la ocultación que nos dan a pensar la sustracción de un origen que nunca gozó de una fenomenalidad presente. La imagen no re-presenta, pero reproduce, la imagen es el fantasma, phantasma [φάντασμα] (de phanein, brillar, aparecer, mostrarse, hacerse visible). Una imagen difiere siempre de sí misma. Las imágenes solo pueden ser rastreadas por un detective salvaje. Y, en efecto, HJR no describe imágenes, tampoco trata de desentrañar su sentido, HJR narra las imágenes, investiga las imágenes, va tras los vestigios que las imágenes son. Levanta acta del acoso de las imágenes. 


Las desparaciones se estructura en seis capítulos protagonizados cada a uno de ellos por Pasaventos entregados a empresas insensatas, sujetos para los que el texto del mundo involucra palabras e imágenes, y ellos mismos devienen ambas. Martial Bourdin, Henry Darger, Mirtha Dermisache, Abelardo Morell o Vincenzo Peruggia, pero también James Elroy, Mallarmé, Picasso o Leonardo se dan cita en confluencia con los recuerdos personales de HJR, la (bio)grafía de un nombre que un vez soñó que era un hombre. Las desapariciones nos presenta el relato plural de individuos oscuros o notables, Shandys y Bartlebys, terroristas, asesinos, detectives, neuróticos, polígrafos, poetas, ermitaños, ladrones. Todos artistas. Todos nombres. Nombres que al final se reúnen en un único nombre: HJR.


Para Hume no hay impresión del Yo, solo una colección de recuerdos, pobre sustrato para cimentar la identidad. Como Leonard en Memento, si cerramos los ojos debemos seguir confiando que el mundo sigue ahí fuera. Confiar en que el mundo no ha desaparecido. ¿Y qué es el mundo? Texto. Il n'y a pas de hors-texte. 


Las desapariciones también son fechas que conmemoran lo irrepetible repetible, el archivo que levanta acta de un presente escurridizo, la memoria de un nombre que se esfuerza por mantener unidos aquellos fragmentos que configuran una identidad huidiza en mitad de las ruinas del presente, aquello que Heidegger definió como "el pasado de un futuro", un presente entendido desde la presencia. El presente ya no es el origen de una forma absoluta de experiencia, sino ek-sistencia (ex-: hacia afuera) (sistere: estar posicionado); el producto, lo derivado, construido por medio de un retorno que toma su punto de partida en el horizonte del futuro. 


Las desapariciones es un texto para leer y releer, un texto habitable, la mirada transita de la imagen a la palabra, y de nuevo a la imagen; un texto que nos cita con la reflexión, ocasionalmente incluso con la emoción. Siempre, con el misterio y la admiración.


Las desapariciones también es un texto confesional, las confesiones de un h(n)ombre. Un n(h)ombre que como Ethan cree que recuperará a Martha si rescata a Debbie; que como Scottie está condenado a recrear una y otra vez la escena del crimen, a su fantasma; un Ulises Lima, un Arturo Belano asesinando a Cesaréa, como asesinamos todo anhelo una vez le damos alcance. 


Hay textos que nos interpelan, textos que se inoculan bajo nuestra piel y germinan en algún lugar solitario de nuestra conciencia, textos que envenenan nuestros sueños y nos imponen la penitencia de la escritura. Textos de los que uno ya no se recupera. Puede que Las desapariciones sea el texto más importante que nos ha elegido desde El mal de Montano. 


Y más allá del blanco fatal y sin remedio de la página final de Las desapariciones, asoman una melancolía y una esperanza. La primera reúne todo lo que perdimos, todo lo que se nos fue, todo lo que nos ha sido arrebatado o, por torpeza, no supimos conservar. La segunda anticipa la llegada de un nuevo texto de HJR, es decir, más melancolía, más reflexión, más imágenes, más belleza.